Mi cuerpo seguía excitado teniendo al macarra de David encima, lamiéndome con su juguetona lengua, buscando limpiar cada gota de leche exp...
Extasiado por su comida de culo, polla y boca, David me había sorprendido gratamente con esta nueva experiencia. Y aunque su advertencia me preocupaba, guardar el secreto, nuestro secreto, me parecía de lo más estimulante.
Sí, no me importaba que estuviera saliendo con Catalina. Su coche, a partir de ahora, sería el refugio donde darnos placer. Placer sin límites.
Cuando ya había extinguido la más mínima señal de lefa de mi cuerpo, sus ojos se clavaron en los míos regalándome una sonrisa. Entonces se acercó nuevamente a mi boca, y me besó.
Su mano me rodeaba la cabeza como para no permitirme escapar de su boca, y con intensidad, mucha intensidad, me besó con un hambre insaciable pero con delicadeza, una delicadeza extrema.
Podía sentir su cuerpo desnudo pegado al mío, caliente, fuerte, ansioso. Sí, David estaba a mil por hora, y su mano colocaba mi rabo, que ahora tocaba su pecho mientras sus gruesos labios me devoraban.
Deseaba tomar la iniciativa, quería comerme su pollón, quería lamer el lunar de su prepucio, pero no podía, David era quién mandaba, quién tenía un plan para los dos.
Rodeé su cuerpo con mis brazos, acariciando suavemente su espalda tatuada. Comenzaba a sudar, y el deseo de pasar mi lengua por todo su cuerpo se hacía más y más fuerte.
Sin decir nada, al menos no con palabras, sus ojos volvieron a centrarse en los míos, y otra comida de boca, lenta y sensual, se producía mientras se agarraba el rabo: quería penetrarme, y yo que lo hiciera.
Sí, mi culo ya estaba lubricado con sus babas, y su pollón no tardó en hacerse sentir en mi pequeño agujero.
Pero me contraje, asustado.
Había recordado la última vez que me folló. Cómo el dolor se mezclaba con el placer, cómo su rabo grueso forzaba un hueco en mi culo. Entonces me excité, y sentí tanto morbo teniéndolo encima de mí, desnudo, dispuesto a clavarme su gran trozo de carne, que le habría pedido a gritos que lo hiciera de no ser porque su plan continuaba en marcha. Y suavemente, muy despacio, empecé a sentir su polla entre mis nalgas.
Gemí, gemí excitado.
Sin embargo su rabo no me obligaba a adaptarme y permitir su entrada, sino que parecía estar pidiéndome permiso, rogándome que lo dejara entrar. Así, muy lentamente, su pollón se iba abriendo camino mientras sus gruesos labios me comían la boca.
Y su lengua, su lengua jugueteaba con la mía, también con mis labios. Y luego, cuando su polla se adentró un poco más en mí, provocando que mis jadeos inundaran el coche y empañaran los cristales, su lado más salvaje brotó, y su lengua ahora lamía mi cara, lamía mi cuello y lamía mi boca.
Su rostro de satisfacción me tenía loco, y la unión de nuestros cuerpos completamente cachondo. Pero quería más, mucho más, necesitaba que no se detuviera por nada del mundo.
Entonces empezó a embestirme con fuerza mientras su boca no se separaba de la mía. Sus jadeos se mezclaban con mis jadeos, y su rabo de veintiún centímetros, grueso y venoso, se clavaba en mi culo con rigidez.
Gemíamos, gemíamos como locos.
Dolía, sí, el grosor de su polla provocaba dolor, pero joder, un dolor-placer que me enloquecía.
Y mordiéndome el labio, cada vez con más fuerza, su rabo se hacía con el dominio absoluto de mi culo, y sus embestidas… Oh, sí, sus embestidas rítmicas cada vez eran más y más intensas, y más y más. Y sus gritos en mi boca me hacían perder el control, y su rabo en mi culo perderme del espacio-tiempo.
Y se corrió, se corrió petándome el culo con su leche.
Completamente extasiado, David se tumbó sobre mí, todavía con su pollón dentro de mi culo, lecheado, y rígido. Su respiración acelerada me inundaba la boca, y su cuerpo sudoroso parecía fundirse con el mío como si fueran uno solo.
Pero mi polla continuaba dura, muy dura. Y yo, yo seguía cachondo, con ganas de descargar mi lefa.
Arrodillado sobre las alfombrillas, con David tumbado en el sillón trasero, mis manos fueron directas a sus piernas peludas. Que no se depilara como la mayoría de chicos de nuestra edad me ponía muy cachondo. Sí, David era un puto machote.
Abrí sus piernas dejando sus pelotas libres, libres como su prieto agujero, ahora todo él me pertenecía. Agarré su rabo con cuidado, había perdido la erección aunque siguiera morcillón y lecheado, tan apetecible que mi lengua tuvo que recorrerlo entero. Después le succioné el capullo hasta que su polla empezó a endurecerse. Oh, sí, su pollón no tardó en despertar. Y antes de bajar hasta sus pelotas, lamí el lunar que caracteriza el jugoso prepucio que cubre su cabezón.
Mientras mi lengua lamía cada una de sus pelotas, me fijé que mi rabo podía entrar en su culito en tanto mi boca mamaba su rabo.
Pero antes de intentarlo mi lengua tenía que follarse su prieto y peludo agujero.
Entonces David empezó a gemir, agarrándose de mi cabeza para que mi lengua no saliera de su culo. Rítmicamente, con movimientos enroscados, mi lengua perforaba su agujero mientras David se entregaba a mí en absoluto.
— ¡Vas a flipar!—dije observando su cara de cachondo.
Cogí mi rabo con fuerza y lo conduje a su agujerito. Con un par de golpes secos y directos mi rabo entró apenas unos centímetros. Luego, con la mano sostuve su pollón, y flexionándome en su búsqueda, su polla ya estaba dentro de mi boca mientras mi polla se follaba su culito. No podía clavarle los 22.5 centímetros enteros, pero meterle poco más de la punta me bastaba.
¡Joder! David gemía como no había escuchado gemir a nadie. Y yo, yo estaba más excitado que nunca.
A pesar de no tener mucha libertad para penetrarlo en profundidad, tener que hacerlo despacio, con golpes secos y rítmicos, me estaba poniendo a mil. La presión que su culo estaba ejerciendo sobre mi polla, más tener que jadear con su rabo en mi boca, conseguía que me estuviera volviendo loco. Deseaba tanto sentir su lefa en mi garganta mientras mi leche petaba su culo, que tuve que frenar mis instintivas ganas de correrme.
— ¡Joder, James! ¡Joder!—gritó.
Entonces sus manos fueron directas a mi cabeza, y empujándome para que no sacara su rabo de mi boca, su leche espesa y agria llegó a mi garganta mientras chupaba y tragaba, cachondo, muy cachondo. Y contrayendo su culo, ejerció tanta presión sobre mi polla, que con un par de embestidas más, consiguió que explotara toda mi lefa.
Cuando volví a sentarme a su lado, las piernas me temblaban, tenía el labio inferior hinchado por la mordida de antes, y las rodillas me ardían como si me hubiese arrastrado por la carretera. Me costaba recuperar el aliento, y el estado de relajación era tan absoluto que estaba a un paso de quedarme en coma.
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- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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