Cardiaco, las piernas me empezaron a temblar, y un bloqueo automático se hizo con el poder absoluto de mi cuerpo. No sabía qué hacer, ...
Cardiaco, las piernas me empezaron a temblar, y un bloqueo automático se hizo con el poder absoluto de mi cuerpo. No sabía qué hacer, ni qué decir, pero no hizo falta. David parecía tener muy claro lo qué quería y cómo lo iba a conseguir.
Directo, y sin un atisbo de duda, me agarró el paquete, manoseó mi rabo atrapado en los calzoncillos, y cuando ya no pudo más, se lanzó a desabrocharme el pantalón y sacar mi fiera, más grande y dura que nunca.
Fascinado, me sujetó el rabo con delicadeza y empezó a menearlo suavemente de arriba hacia abajo. Con la mirada clavada en mi polla, su boca salivaba hambrienta.
¡No podía creerlo!
Me excitó tanto y tan rápido que temí derramar mi leche en su mano, o incluso en su boca, pues de repente, David decidió que era hora de abrazarla con sus gruesos labios.
No, no podía creerlo: con deseo, con mucho deseo, mi polla estaba siendo succionada por su boca.
¡El macarra de David me estaba comiendo el rabo! Y lo hacía despacio, muy lentamente, como si se recreara con cada movimiento, como si hubiese fantaseado con la idea de tener mi pollón en su boca y por fin se estuviera haciendo realidad.
Instintivamente necesitaba embestirlo y que mi rabo atravesara primero su boca, y luego su garganta, pero me contuve, me contuve para no presionarlo. Debía dejar que fuera él quién llevara el control.
¡Joder, y lo llevaba!
Estaba muy concentrado mamando. Centrado en el capullo, mi prepucio se deslizaba muy suavemente de arriba hacia abajo impulsado por sus grandes labios. Su lengua también participaba, bordeándome el cabezón tan pausadamente que había momentos en los que parecía detenerse para no perder detalle.
¡Joder, estaba revolucionado!
David no miraba a ningún otro lado que no fuera mi rabo entre su mano y su boca. La música seguía sonando de fondo, y las idas y venidas del ejército de borrachos era constante, pero dentro del cubículo, no había más mundo que David y su espectacular mamada.
No aguantabas más, de verás que no aguantaba más. Nunca había imaginado que David quisiera comerme la polla. No, qué va, él no. Y lo estaba haciendo con un gusto indescriptible. Me sentía tan excitado y cachondo que me moví animado a sacar el pollón de su boca y no correrme, pero David no me dejó.
¡Joder! ¡David no me dejaba sacar la polla de su boca!
Llevé mis manos hasta su cabeza y centré la mirada en su cara. Era guapo, guapo a rabiar, y sus gruesos labios se movían al son de mi polla entrando y saliendo de su boca.
Cachondo, muy cachondo, dejé de resistirme y le peté la boca con mi leche.
¡Joder, me tenía revolucionado!
Y no solo no se detuvo y siguió chupando, sino que parecía no tener previsto sacarse nunca mi rabo de la boca. Para cuando lo hizo, su lengua buscó una gota de leche caída por sus labios.
Exhausto de placer, mi rabo estaba siendo incapaz de perder la erección, y no la perdería. Continuaba tan incrédulo y fascinado como cachondo.
— ¡Joder!—dije totalmente impresionado mientras David se levantaba con una erección de caballo.
Entonces encendió un cigarro, se apoyó contra la pared, y sacó el rabo, grande, gordo y venoso, y lo dispuso para que hiciera cuanto quisiera hacer con él. Y lo hice, claro que lo hice.
Directo y sin pausa, me incliné hacia su rabo. Con el capullo a medio salir, su lunar seguía en el prepucio esperando mi lengua. Cachondo, muy cachondo, me la metí en la boca y empecé a comérsela con desesperación.
No quería que el tiempo corriera, no quería que este momento terminara, pero deseaba que explotara su leche en mi boca. Tragarme la lefa de otro tío seguía estando en mi lista de quehaceres, y podría haberlo cumplido hoy de no ser porque David tenía otros planes para mí y su leche.
De repente su rabo se escapó de mi boca, y con sus manos me indicó que me pusiera en pié. Todavía tenía mi rabo fuera, duro como una roca, cuando me bajó los pantalones hasta los tobillos. Pensé que se había quedado con ganas de más, que volvía a desear tener mi polla en la boca, pero me dio la vuelta.
Su rabo, gordo y venoso, se acercó a mi culito. Podía sentir su rigidez, incluso imaginarla ya dentro cuando sus manos me abrieron las nalgas y su capullo, con el prepucio a medio abrir, se introdujo con fuerza en mi culo.
Deseé gritar, gritar de dolor, gritar de placer, pero tuve que conformarme con morder el puño de la mano para aguantar las ganas.
Entonces David me embistió con intensidad, y ya su rabo atravesaba mi culo con brusquedad.
Dolía, dolía horrores, la tenía muy gorda para un culo tan prieto, pero la excitación de tener a David dentro de mí, en el baño de la discoteca, con la música House de fondo, logró que me pusiera tan cachondo que el dolor, poco a poco, menguó hasta convertirse en placer.
¡David es un puto macho salvaje! Y me estaba clavando su rabo hasta el fondo mientras sus manos se sujetaban a mi cintura. Me embistió con dureza una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Su cuerpo me dominaba, su rabo me controlaba, y no se detuvo hasta petarme el culo con su leche espesa y caliente, y reposar jadeante sobre mi espalda.
Con su aliento en mi nuca, y su rabo, gordo y venoso, dentro de mi culo, David esperó a recobrar el aliento para salirse de mí.
Cuando lo hizo, aún sentía su rabo dentro. Su leche refrescaba el ardor que me había dejado su tremenda polla. Entonces nos encendió uno cigarro a cada uno.
— ¡Joder, ha sido la puta bomba!—dijo mientras daba otra calada al cigarro—. Tenemos que repetir, tío.
Cuando quieras, pensé.
Me guardé la polla con dificultad. Seguía empalmadísimo, pero la noche era joven, joven como nosotros.
Nos pusimos las últimas rayas de coca y volvimos a la discoteca con los demás.
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- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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