Cuando sientes el alcohol de la primera copa descender por tú garganta, enseguida te conquista una sensación de placer inigualable. Todo...
Cuando sientes el alcohol de la primera copa descender por tú garganta, enseguida te conquista una sensación de placer inigualable. Todo a tú alrededor se tiñe de alegría, el tiempo queda en suspensión y una oleada de bienestar toma el protagonismo del momento.
Estás eufórico. Crees que todo está a tu alcance, y tal vez lo esté.
La música de fondo se mezcla con las risas, el frío de la noche se desvanece, la excitación se adueña de tu cuerpo, y solo deseas intensificar el placer que sientes teniendo un puto orgasmo.
Sí, cuando el alcohol recorre tus venas, apenas hay gente fea: todo es tan morboso como follable. Y tú estás cachondo, muy cachondo.
¡Maldito alcohol cómo calientas!
Habíamos quedado para celebrar que el curso llegaba a su fin. Lara se había puesto sexy, sexy como nunca la había visto. Su escote insinuaba unos pechos voluminosos que invitaban a enterrar la cabeza en ellos.
Catalina, por otro lado, no sorprendía con su look provocativo. Su seña de identidad era el disfrute: sin complejos ni sentimientos, su mayor deseo era gozar de cuántas más pollas mejor. Se había perforado los pezones y el clítoris, adornando sus intimidades con pircings plateados que ayudaban a su causa de exhibicionista empedernida. Ya me había invitado a conocer y chupar su nueva decoración.
David se había arreglado con camisa y corbata, y aunque hubiésemos hecho chistes sobre su look de camarero/vendedor de seguros/un sinfín más de parecidos recurrentes, la verdad es que estaba para sacarle el pollón gordo entre la bragueta y chupársela sin quitarle ni un solo botón.
No habíamos hablando sobre el trío en casa de Catalina. Es más, me atrevería a decir que desde entonces intentaba evitarme a toda costa. Supongo que cuando tienes tu sexualidad clara y definida, tener una experiencia sexual satisfactoria con el sexo contrario confunde, o incomoda. Como mínimo te obliga a replantearte si estás en el camino correcto—cosas del mundo en que vivimos y su necesidad de etiquetar todo que nos resta libertad.
Ya en la discoteca, Catalina no tardó en proponernos uno de sus juegos morbosos: tomar chupitos de tequila de una forma muy sensual. La sal iba en el cuello de alguien—antes había que lamerlo para que la sal pegara—, el limón reposaría entre los labios de otra persona, y por supuesto, todos nos íbamos turnando. Lo mejor de la noche estaba aún por llegar, pero poder chuparle el cuello a David me la había puesto como una roca.
Con tanto beber, las idas y venidas al cuarto de baño eran más que frecuentes. Como una fiesta privada, en él la música se escuchaba de fondo, las copas iban con nosotros, y los cigarros también. Atestado de tíos borrachos, el desfile de rabos era bastante completo, así como los charcos de orina que había que sortear a modo de gincana.
Cachondo, me gustaba ponerme en los urinarios de pared ubicados más al centro, con unos diez o doce urinarios, el sinfín de rabos que veía en cada visita al baño era más que suficiente para enrollarme luego con Lara o Catalina y meterles mano en medio de la pista como si de verdad solo las deseara a ellas.
Con un cuarto de cocaína que había conseguido de unos colegas de mi primo, aproveché para llevarme a David al baño. Mientras esperábamos que uno de los cubículos quedara libre, meamos en los urinarios de pared uno al lado del otro. Y no sé si sería fruto del alcohol, de lo cachondo que iba siempre por la vida, o que David realmente tenía el rabo a medio despertar, que su pollón me parecía todavía más grande y gordo que en la fiesta de campo donde se la había chupado accidentalmente.
— Catalina se abrió un pircing en el coño… está noche me la follo—dijo en cuanto pudimos entrar en un cubículo y meternos la primera raya de coca.
— Sí, joder, qué morbo—sonrió.
— ¡Joder, y tanto!—añadió mientras se mordía el labio inferior y se tocaba/rascaba el pollón.
— La pena es que no se deje follar el culo.
— ¡Joder sí! Me muero de ganas de follarme un culo. ¿Tú se lo has reventado a Lara?
— Qué va. Tampoco se deja.
— ¡Joder!
Su mano se había afincado en su rabo, y el bultaco a través del pantalón se notaba cada vez con mayor intensidad.
— ¡Tenemos que repetir!
— Sí, tío—hubo una pausa—. Aunque a ti se te fue un poco la cabeza, colega.
— ¡Qué dices!
— ¡Joder, James!—se ruborizó—. ¡Que me comiste el culo, tío!—reí.
— Buah colega, estaba pedo, súper colocado ¡yo qué sé!
— ¿No serás marica, no?
— ¿Yo? ¡Qué dices!
— Ya, ya… lo sé, pero… buah, yo qué sé, tío. Me rayé.
Nos preparamos otra raya y nos fumamos un cigarro.
— Es que… es que… es que también me la chupaste—añadió con cierta dificultad.
Me sonrojé.
— ¿Y te moló, o qué?
— ¡Qué va, tío!—consumió parte del cigarro con varias caladas seguidas—. O sí, yo que sé. No estuvo mal.
— David, tío… no sé qué me pasó, pero ¡Joder! Que no salga de aquí.
— ¡No, no! ¡Estás loco o qué!
— Vale, vale.
— Pero… ¿te van las pollas o qué?
— No, no. Yo que sé. Estaba súper cachondo y me dejé llevar—me acomodé la polla. Llevaba una erección de la ostia, y no podía parar de pensar en su pollón, gordo y venoso.
— ¿Y te gustó?—hubo una pausa—. Comérmela, digo.
— Sí... no... no sé... supongo—dije con timidez. Él sonrió—. Me debes una—añadí mientras preparaba otras dos rayas.
A pesar del pedo que llevaba sentí vergüenza de mirarle a los ojos en ese momento. Ruborizado, saqué dos rayas de coca del montón y le cedí el tubo hecho con un billete de cincos euros. Sin decir nada, David esnifó su raya, se terminó la copa de un tanganazo y consumió el cigarro con varias caladas.
— Ok—dijo—. Pero que quede entre tú y yo.
Asentí mientras tragaba la poca saliva que los nervios y la incredulidad me habían dejado. Lo que venía a continuación no lo podría haber imaginado ni en mis más profundas fantasías.
Sí, iba a tener sexo con el macarra de David.
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- ##check## ¡ADVERTENCIA!
- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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