El camarero italiano no solo era uno de los tíos más guapos que había conocido, sino uno de los más insaciables, incluso más que yo. Su...
Su rabazo moreno, delgado y encapuchado penetraba con mucha facilidad. Sí, era perfecto para que te follaran el culito. Su grosor, al ser ligeramente más fino que la media, daba una sensación de polla-espada muy morbosa con capacidad para introducirse entera sin forzar demasiado la dilatación. Comparado con el pollón, grande y gordo, de David, el dolor casi desaparecía dando lugar al placer más desorbitado.
Todavía debía estar soltando alguna que otra gota de leche cuando me dio la vuelta. Entonces colocó el rabo entre mis nalgas y mientras se pegaba a mí en busca de mi boca, su polla se adentró en mi agujero con sigilo, como si no quisiera metérmela todavía, como si la inercia de los cuerpos lo condujera dentro de mí.
Esperé sus fuertes embestidas, tal vez por su virilidad, tal vez porque por primera vez, apenas sentía dolor con una polla en mi culo, pero Giuseppe se lo estaba tomando con calma, disfrutando con la sensación de ir atravesándome lentamente, muy despacio, mientras mi culo se contraía y relajaba a cada minuto.
Sus brazos me rodearon. Sus largos y finos dedos buscaron mi boca y mi lengua en tanto su rabo continuaba dentro de mi agujero, adentrándose con tacto y mucho cuidado.
Cachondo, muy cachondo, atrapaba su polla con mi culo y me follaba con toda la fuerza que él no usaba, pero seguían entrando tíos al baño, y en consecuencia, Giuseppe dejaba de follarme. Sin embargo mi culo estaba hambriento, e incapaz de detenerme y esperar, aprovechaba la pared del cubículo para impulsarme y clavarme su pollón en contra de sus deseos.
Excitado, el italiano me mordía en la espalda en un absurdo intento por evitar los jadeos. Sí, me estaba poniendo cardiaco en todos los sentidos. No solo era increíblemente guapo y atractivo, sino que su boca, su acento, su rabo, y ahora sus reprimidos gemidos, conseguían ponerme a mil en segundos.
También intentaba frenar que usara su rabo en mi culo para follarme, y así, sujetándome por la cintura, luchaba por llevar el control de la situación, pero mi culo tenía su pollón atrapado, y no había nada que pudiera hacer para revertir la situación.
¡Joder, me tenía completamente excitado!
Nunca había tenido tanto control al ser penetrado, y estaba siendo, sin duda, todo un descubrimiento.
Me sujeté la fiera con fuerza, y aprovechando el vaivén de caderas con el que me estaba follando el culo mientras Giuseppe se dejaba hacer, me follaba también a la fiera.
De repente, de repente estaba usando la polla del italiano y mi mano para follarme por delante y por detrás, como si protagonizara un trío excitante que prometía llevarme al éxtasis más absoluto. Oh, sí, y tanto que me llevaría al éxtasis.
¿Y si en vez de mi mano tuviera un prieto agujero en el que meter mis 22.5 centímetros de carne?
¡Tenía que hacer un trío!
Giuseppe me clavó sus manos en la cintura mientras sus dientes se aferraban a mi espalda. Entonces inundó el cubículo con sus jadeos, vencido por mis movimientos de cadera, ignorando a cuantos andaban por el baño en ese momento.
Su leche me petó el culo a presión, y sin dejar de follarme la mano y el culo con su rabo, expulsé toda mi lefa como un loco, como un puto loco. Gritando, gimiendo, olvidando que no estábamos solos en el baño, olvidando que otros podrían estar ahí, escuchando.
Cuando terminamos, Giuseppe me besó con tanta pasión que por un momento mi fiera hizo el amago de volverse a despertar. También el suyo, que conducido por mi insaciable instinto, tuve que tocar.
— Ahora no. Tengo que trabajar, pero podemos vernos esta noche, o mañana, o cuando quieras.
— Vale—asentí, seducido por su acento, por su sonrisa, por sus ojos oscuros.
— Nunca repito, pero contigo podría estar follando toda la noche.
— ¡Y yo, y yo!
Cuando salimos del cubículo, primero él, y después de unos minutos yo, dos puretas me enseñaban los rabos mientras se pajeaban. Uno de ellos no estaba mal, físicamente era atractivo, aunque de polla pequeña. El otro, gordito y canoso, calzaba los veinte centímetros como poco.
Ninguno llamaba mi atención, aunque me excitó intuir que quizá, mi polvo con el italiano, podría haber provocado esa reacción.
Reconozco que me lavé las manos con calma para no perder detalle. Sabía que ambos se sentían atraídos por mí, sabía que observarlos con descaro confundía mis intenciones, en definitiva, sabía que los estaba provocando, ¡y me encantaba!
Volví a echarme jabón, y continué lavándome las manos mientras ambos me invitaban a participar. Me la querían chupar. Me la querían meter por el culo. Me la querían pajear. Cualquier cosa que quisiera hacer con ellos estaba a mi alcance.
Pero lo que yo quería de ellos ya lo había conseguido.
Me di prisa en volver con Lara, me había olvidado completamente de ella. Llevaba más de media hora sola, esperándome, o eso creía, porque cuando llegué a nuestra mesa, David y Catalina le hacían compañía.
¡David!
El corazón se me revolucionó, las piernas amenazaron con fallarme por el tembleque. David estaba ahí, vestido con gorra y chándal, sonriéndome. Nervioso, me acerqué a ellos sin poder evitar comérmelo con la mirada. No lo veía desde que follamos como locos en su coche.
¡Y joder! Cada día estaba más guapo.
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- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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