Aprendiendo del Maestro

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Con mi rabo en su boca y sin rastros de una gota de mi leche, Khaled continuó chupando y tragando mientras sus grandes y fuertes mano...

Con mi rabo en su boca y sin rastros de una gota de mi leche, Khaled continuó chupando y tragando mientras sus grandes y fuertes manos acariciaban mi cuerpo con suavidad.
Sus ojos oscuros se clavaron en los míos pudiendo atravesar mi alma en solo unos segundos, y así, mirándome fijamente sacó mi polla de su boca y me la meneó lenta, muy lentamente.

   — Sígueme—ordenó.

Se levantó. Sus calzoncillos parecían desear explotar con la erección que llevaba, sin embargo, en un intento juguetón de agarrar su paquete, Khaled zanjó mis intenciones con un golpe seco en la mano.
Reí, pero su semblante serio y seductor no cambió ni un ápice. Su mano señaló una habitación, y esperando que fuera yo primero, se quedó observándome, quieto.

Debía recorrer un largo pasillo que dejaba atrás el cuarto en el que desperté, más un baño y otro cuarto. Al final, al final de todo estaba su guarida. Nervioso, muy nervioso, de repente empecé a sentir un nudo en el estómago. Me estaba dirigiendo a su habitación, al rincón más privado de su casa. Las cuatro paredes que guardaban sus secretos, todos ellos, ahora también esconderían los nuestros.

Sí, habría pagado por escuchar y ver todo lo que sus paredes sabían. Descubrir sus más ocultos pecados. Todo. Lo quería saber todo de él, porque, en realidad, ¿Quién cojones es Khaled?

Había soñado mucho con este momento, pero mucho. Desde aquel encuentro en la playa, Khaled, ese árabe desconocido y misterioso, había ocupado mis pensamientos y protagonizado mis fantasías más salvajes.

Extraño y contradictorio, sus actitudes para conmigo habían llegado a traspasar algunos límites, pero, ¿acaso la pasión es racional? Lejos de entender el por qué, o incluso de pararme a pensar en sus rarezas, solo quería vivir el momento, disfrutar de su cuerpo en todo su esplendor.

Sí, Khaled era capaz de ponerme el rabo duro, muy duro, con solo mirarme. Su seriedad, su indiferencia, sus momentos fríos intercalados con otros ardientes, hacían que mi interés por él fuera in crescendo a cada segundo.

Atento pero esquivo.

Insensible pero cariñoso.

Fiero pero manso.

Sin lugar a dudas, Khaled conformaba la cara y la cruz de una misma moneda. Un planeta lejano aún sin explorar, con infinidad de posibilidades y peligros. Sí, el Mundo Khaled también podría albergar peligros.

La cama estaba sin hacer, las arrugas que su cuerpo caliente habían dejado tras levantarse seguían ahí, oliendo a él, como todo en su casa. Un olor viril penetrante y sensual, que lo envolvía todo suavemente. A mí también.

Casi como si de la primera vez se tratase, me quedé tímido y retraído, escuchando sus pasos sólidos y fuertes acercarse por mi espalda. Entonces decidí tumbarme, esperarlo acostado con la polla dura. Pero Khaled tenía otros planes para mí.

   — No. Levanta.

Y poniéndome a cuatros patas sobre la cama, con la cabeza apoyada en las sábanas, dejé de verlo. Ahora solo lo sentía. Sí, sentía su presencia cerca de mi desprotegido culo, a la deriva, supeditado a su más estricto control.

   — ¡Cómo me pones, James!—susurró.

Y sus manos agarraron mis tobillos para comenzar a deslizarse lenta, muy lentamente hacia arriba, casi como un ligero cosquilleo que me estremeció. Sus fuertes y grandes manos estaban a punto de llegar a mis nalgas cuando se detuvo.

Se movió, desconcertándome.

Entonces su lengua empezó a hacer el mismo recorrido que habían hecho sus manos antes, pero a mayor velocidad.

Oh, sí. Su lengua no tardó en llegar a mis nalgas.

Pero se detuvo ¡Otra vez se detuvo!

Ahora me abrazó. Su cuerpo pegado a mi cuerpo. Su polla entre mis nalgas, y su aliento por mi espalda, mojándome delicadamente con su lengua caliente.

No, no aguantaba más.

Podía sentir cómo el precum me salía disparado de la polla mientras ésta palpitaba junto con el agujerito de mi culo: ansiosos por ser tocados.

   — ¡Fóllame! ¡Joder, fóllame, Khaled!
   — ¡Calla!—ordenó, sorprendiéndome con una palmada en la nalga.

Jadeé, excitado.

Y otra palmada azotó mis nalgas. Luego otra, y otra más, y su lado más salvaje brotó como un esquizofrénico que pierde el control y enloquece en segundos. Sus grandes y fuertes manos se agarraron con fuerza de mis nalgas. Entonces me las abrió dejando mi agujero más vulnerable que nunca. Y su lengua, su lengua comenzó a follarme el culo provocando que mis jadeos fueran a más, y a más. No, Khaled no me estaba comiendo el culo, no. Khaled me lo estaba lubricando para lo que venía después.

Rápido, sin tiempo a predecir su siguiente movimiento, su polla me atravesó el culo mediante un golpe fuerte y seco que provocó que saltara intentando sacármela y aliviarme del dolor, pero sus manos se hicieron con mi cintura, devolviéndome a su rabo.

Grité, grité excitado.

Y su polla volvió a salir de mi culo, esta vez decidido por él.

Mientras respiraba hondo queriendo volver en sí, su rabo volvió a penetrarme con brusquedad.
Grité, grité dolorido, pero su polla no solo siguió dentro de mí, sino que empezó a embestirme con fuerza una y otra vez, una y otra vez, mientras mis gritos de dolor y placer inundaban la habitación.

Y se detuvo, esta vez con su rabo moreno, largo y circuncidado, dentro de mi culo, y ordenando que me dejara caer sobre la cama, no sacó su polla mientras su cuerpo atlético ahora yacía sobre mí, unidos por el sudor y el éxtasis.

   — ¡Eres mío!

Y lentamente, lamiendo mi espalda, su polla comenzó a embestirme con golpes suaves pero firmes, uno tras otro, uno tras otro, guardando unos segundos entre ataque y ataque que conseguían estremecerme y desear que no parara. No, mi culo no quería librarse de su rabo.

Entonces, y sin sacar su polla de mi culo, nos movimos hasta quedar tumbados de perfil. Sus grandes manos me flexionaban una pierna para que su rabo se adentrara con mayor facilidad en mi culo. Luego, cuando ya estaba como él deseaba, su mano fue directa a mi polla. Primero me la acarició con delicadeza, desde las pelotas hasta la punta, donde recogió el precum con sus dedos y se lo llevó hasta la boca. Después, los dedos humedecidos por sus babas acabaron en mi boca, y otra vez su mano fue a mi polla.

Suavemente me fue embistiendo mientras su mano pajeaba mi rabo al mismo ritmo.

Jadeaba. Él también.

Podía sentir su vaho caliente en mi nuca, su respiración estaba cada vez más acelerada como la mía.
Y así me habría quedado, pero otra vez se detuvo. Me tumbó boca arriba y se puso encima de mí. Su cuerpo atlético y moreno brillaba con el sudor y sus pelos en el pecho invitaban a enredarse entre ellos.

¡Joder, estaba muy cachondo!

Y más loco me puse cuando su polla estaba cerca de mi cara, y sus manos, sus manos buscaron mi rabo para colocarlo entre sus nalgas. Entonces impulsé mi culito buscando penetrar su virgen ano, pero Khaled, una vez más, tenía otros planes.

   — ¡Quieto!—ordenó.

Pero mi capullo estaba presionado entre sus redondas nalgas, a un movimiento de adentrarme en sus profundidades, cuando Khaled empezó a menearse el rabo, dispuesto a petarme la cara de leche.
Oh, sí, su leche salió disparada a presión directa a mi cara, y estaba tan excitado, que solo sintiendo el calor de su culo envolver la punta de mi rabo, más dos o tres movimientos que no alcanzaron a fijar mi polla dentro de su culo, pero que sí sirvieron para manipular mi prepucio con sus nalgas, lograron que mi leche conquistara su culo, y su agujero.

Exhaustos de placer, Khaled quedó acostado sobre mí.

Yo con su leche en mi cara.

Él con mi leche en su culo.

Entonces nos miramos fijamente y me besó.

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