Necesitaba una copa. Seguía sin creer que David me hubiese comido el rabo , tragado mi lefa hasta la última gota, y clavado su ra...
Necesitaba una copa.
Seguía sin creer que David me hubiese comido el rabo, tragado mi lefa hasta la última gota, y clavado su rabo gordo y venoso hasta petarme de leche.
Todavía me escocía el culo. La sensación de continuar con su rabo dentro era constante, y mis pantalones me tenían bajo amenaza de romperse si no me bajaba la erección.
David se había unido a Catalina. La rodeaba con sus brazos a través de un baile muy sensual. Con un movimiento lento de cintura, parecía que podía verlo follándome de nuevo. Su culito, prieto y peludo, se meneaba provocando que deseara meterle mi polla hasta el fondo... y lo haría, claro que lo haría: David me debía una y ya contaba los segundos para cobrármela.
Cachondo, pero que muy cachondo, necesitaba desfogarme o no habría Dios que me librara de no pensar en sexo ni un segundo.
Busqué a Lara con la mirada. Estaba animada a darme celos bailando con un tío al que no me habría importado romperle el culo con mi rabo.
Pero Lara siempre estaba ahí, disponible. Podría desahogarme con su boca o su coño aquí, ahora, y en cualquier momento.
No, la idea no me satisfacía.
Necesitaba más, mucho más.
Volví al baño.
La gente, a esta altura de la noche, iba bastante perjudicada por el alcohol y las drogas, y los urinarios de pared parecían escaparates de rabos. Los había de todo tipo y tamaño.
¡Me los quería comer todos!
Cachondo, pero muy cachondo, clavé la mirada en una nueva presa. Moreno, de pelo corto y gran delgadez, debía sacarme cinco o siete años. Llevaba camisa oscura de botones, y su pecho, al descubierto, yacía cubierto por un manto de pelos, negros y rizados, que enredaban un crucifijo de oro colgado sobre una gruesa cadena. Su andar era chulesco a pesar del vaivén al que le sometía el alcohol.
Agarrándose de todo cuánto se le ponía en medio, mi presa precisó de mi ayuda para entrar en uno de los cubículos, y una vez dentro, también para desabrocharse la bragueta y sacarse el rabo. En un profundo estado de somnolencia, se apoyó sobre mis hombros dejando que le sujetara la polla mientras meaba.
Su verga no estaba mal. De piel morena y capullo circuncidado, debía medir 15 ó 16 cm en erección. Sus pelotas eran grandes y peludas, tan peludas como su polla, su pecho y quizá también su culo.
Estaba excitado, muy excitado, sostener su rabo y dirigir su meada me estaba poniendo a mil.
Entonces terminó, y mientras le sacudía el rabo expulsando las últimas gotas de pis, mi rabo palpitó enloquecido.
Con suavidad, seguí sacudiendo su rabo hasta que la sangre llegó a su cabezón y su polla empezó a crecer en tamaño y grosor. Con los ojos cerrados, mi presa se mordisqueaba los labios mientras se le escapaban pequeños gemidos.
Su mano buscó mi rabo entre mis pantalones. Mi presa estaba revolucionada, y su polla ya estaba completamente rígida.
¡No aguantaba más!
Sin apartar mi mano de su polla lo apoyé contra la pared. Me aseguré de cerrar bien la puerta y le bajé el pantalón. Llevaba unos calzoncillos blancos de algodón visiblemente estropeados, pero que me excitaban más que los bonitos y ajustados slips de David.
Para cuando descubrí su culo redondo y peludo, mi pollón ya me estaba pidiendo a gritos salir a jugar el partido.
Decidido, dejé la fiera en libertad. El precum había conseguido mancharme los calzoncillos y dejarme la punta del rabo pegajosa. Humedecí el capullo con mi saliva y lo llevé hasta la entrada de su culo.
Con la música de fondo, las risas de los tíos mientras meaban, y algún que otro secador de mano rara vez en funcionamiento, mi polla atravesó el prieto culo de mi presa.
Su boca emitió un gemido. Su culo se contrajo.
Con mi mano en su dura polla, se la meneé al mismo ritmo que lo penetraba: fuerte y rápido. Mi pollón se abría camino con cierta dificultad, pero ahí estaba, adentrándose en las profundidades más inexploradas de su culo mientras mi presa se corría de gusto sobre mi mano.
Cachondo, muy cachondo, empujé su espalda hacia abajo para que sacara más culo y así ver cómo mi rabo entraba y salía, entraba y salía, y ya mis pelotas rebotaban en las suyas cuando mi polla llegaba al final del camino.
Fuerte y rápido, mi rabo atravesaba su culo como si éste estuviera habituado a mis 22.5 cm de carne. Por momentos lo saqué entero, volviendo a meterlo de un solo empujón. Entonces recordé a David, a su polla entrándome con la misma intensidad que mi polla se follaba al desconocido borracho, y pensé que hacer un trío estando yo en el centro debía ser la ostia.
Sí, quería destrozar un culo mientras un gran rabo destrozaba el mío.
Excitado imaginando la situación, me corrí dentro del colega borracho.
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- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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