Cazando pareja monógama en la playa

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No, nunca había disfrutado tanto de un pajote. Tener el dedo metido en mi culo mientras meneaba el rabo con la mano izquierda había sido...

No, nunca había disfrutado tanto de un pajote. Tener el dedo metido en mi culo mientras meneaba el rabo con la mano izquierda había sido toda una experiencia. Mi culo me pedía más, y mi rabo que no me detuviera por nada del mundo. Ese momento de máxima excitación donde simplemente perdía el control para cedérselo a mis más profundos instintos, me había regalado el mejor orgasmo en paja de la historia.

Exhausto, y con el cuerpo invadido por mi propia lefa, la interrupción de la sombra que me observaba tímida pero sonriente, me había provocado una doble reacción: por un lado vergüenza, sí, vergüenza como no había sentido antes. Pero por otro lado, haber sido pillado in fraganti, me había puesto cachondísimo.

Me levanté dispuesto a seguir a la sombra con la mirada. Era uno de los pibes que estaban boca abajo dentro del círculo de piedras. Daba un paseo por la playa, de punta a punta, permitiendo que el sol bañara su cuerpo desnudo. No se apreciaba especialmente dotado, y ya volvía a ver solo su trasero alejándose de mí. La playa, desierta, parecía pertenecernos únicamente a ambos.

Salí del agua liberado del calor que amenazaba con freírme vivo, y cómo no, liberado de la lefa pegajosa de mi cuerpo. Me puse las gafas de sol y una gorra blanca, y me fui a dar un paseo por la orilla de la playa desnudo, con el rabo a medio empalmar, moviéndose de un lado para el otro con cada paso que daba. Me resultaba tan excitante que temí que se alzara duro, muy duro, en cualquier momento.

Había trazado un plan de caza: quería encontrarme frente a frente con el pibe de antes, y lo haría, lo haría en cuanto coincidiéramos en el camino. Sin embargo el otro estaba saliendo del círculo de piedras cuando me tocaba pasar delante, y clavando su mirada en mi polla, se mordisqueó los labios justo antes de hacerse el indiferente y continuar directo al agua. Debía tener unos años más que el otro, también estaba más dotado, y tenía más pelos, muchos más. Su cuerpo, salvo el culo y el rabo, estaba cubierto por un oscuro manto de pelos.

Cachondo, pero que muy cachondo, me adentré en el agua lo suficiente para que me cubriera casi a la altura de las rodillas, y seguí caminando animado a que el agua fría ralentizara el crecimiento de mi rabo. Entonces coincidí con mi presa número uno. Tal y como esperaba su mirada me recorrió de arriba abajo en forma de escáner, permaneciendo más tiempo centrado en mi polla. Pero estábamos en movimiento, caminando en direcciones opuestas, por lo que fueron unos segundos de máxima excitación que prometían.

Sí, y tanto que prometían.

Deseé darme la vuelta, comprobar si él también se la había dado, y si no, volver a disfrutar de las vistas de su trasero, pero preferí esperar, esperar a llegar al final de la playa y volver a seguir sus pasos.

Y lo hice, lo hice después de darme otro chapuzón. Hacía muchísimo calor, tanto el ambiente como mi cuerpo, ardían. Mientras disfrutaba del agua sufrí una erección de cojones. Me apetecía sentir otro orgasmo, pero antes debía conseguir relajar el rabo para poder retomar el rumbo hacia mis presas.

De camino hacia ellas, las vi excitadas, saliendo del agua entre besos y abrazos. Cachondos, los pibes se ocultaron en su círculo de piedras. Sí, mi nuevo plan de caza sería hacérmelo con los dos.

            — ¡Hola!—dije desde la entrada a su zona privada.

El depilado estaba tumbado de perfil mientras le comía la boca al velludo, que estaba acostado boca abajo. Ambos me miraron a la cara durante un segundo. Luego se centraron en mi rabo. 

Nervioso, el depilado buscó su paquete de tabaco y encendió uno.

            — ¿Me das un cigarro?

Yo también estaba nervioso y en blanco, sin saber qué hacer o decir. El depilado intentaba disimular sus ganas de mirarme el rabo, mientras el velludo, más indiscreto, lo hacía pensando que mis ojos estaban clavados en el paquete de cigarros.

¡Benditas gafas de sol y la intimidad que proporcionan!

Queriendo ganar tiempo, fingí que el mechero tardaba en encenderse, y apoyándome sobre las rodillas, me acomodé delante de ellos. Estaba excitándome por momentos, y mi rabo amenazaba con alzarse.

            —  Mola mucho la playa. No la conocía.
            —  Sí, nosotros solemos venir—dijo el velludo.

Ambos seguían intentando disimular que estaban mirándome el rabo mientras se vigilaban mutuamente.
Entonces llevé la mano hasta mi polla mediante un movimiento lento, muy lento. Primero pasé los dedos entre mi vello púbico. Luego conduje la mano por todo el rabo, desde la base hasta la punta, donde apreté con suavidad los dos centímetros de piel del prepucio.

            —  ¿Sois pareja?
            —  Sí—dijo el velludo humedeciéndose los labios sin perder mi rabo de vista.
            — Sí, cerrada—añadió el depilado clavando los ojos en mi polla, luego en su novio.

Sonreí.

Volví a llevar la mano hasta mi polla, y con otro movimiento lento, me la meneé despacio provocando que sus miradas se centraran en mi rabo; también que me empalmara.

            — ¿Nunca habéis hecho un trío?
            — Sí—dijo el velludo.
            — No—dijo el depilado casi a la misma vez.
            — Sí, pero no juntos—matizó el velludo.

Incapaz de aguantar la erección, dejé que mi fiera se liberara, alzándose ante mis presas. Estaba cachondo, muy cachondo. Sabía que ambos me deseaban. Sabía que ambos querían hacerse con mi rabo. Pero no podían, se habían limitado a estar solo el uno con el otro.

Yo sonreía, tímido pero seductor, mientras continuaba tocándome el rabo con delicadeza, provocando que ellos envidiaran a mi mano, y necesitaran sustituirla por las suyas, y sus bocas.

            — Yo tampoco lo he hecho nunca—dije mirando al depilado, buscando empatizar con él—. Pero molaría que te la coman a dos bocas—añadí volviendo a recorrer mi rabo con la mano.

Ellos sonrieron.

Estaba cachondo, de verdad, muy cachondo. Solo deseaba sentir mi polla dentro de sus bocas, poder reventarles el culito, primero a uno, luego al otro. Me los quería follar. Necesitaba meter mi rabo en una zona caliente.

Cachondo y empalmado, mi polla no era la única que había crecido y engordado en segundos. El depilado podría haber roto el bañador si lo tuviera puesto.

¡Me revolucioné!

            — ¡Joder!—exclamé mientras clavaba la mirada en su polla. De tamaño no estaba mal, pero la tenía gorda, no tanto como David, pero gorda y apetecible.

El velludo siguió mis palabras, y al ver a su novio empalmado no dudó en llevar la mano hasta su polla.
Me acerqué, me acerqué unos centímetros más hasta ellos, y ya el depilado sucumbió, abrazando mi rabo duro y gordo con su mano temblorosa.

Tímidos pero excitados, la pareja empezó a besarse. La mano del depilado seguía meneando mi rabo, y continuó haciéndolo hasta que juntos, me la empezaron a comer.

Como un objeto sexual, me fui dejando hacer cuánto ellos querían hacerme.

Y no hablaban, no con palabras. A través de gestos y miradas, la pareja iba decidiendo el siguiente paso: primero el depilado, con mi polla en su mano, se la acercó a la boca de su pareja, dejando que me la mamara, y mientras lo hacía, él miraba mi cara de cachondo. Luego le sacó mi rabo de la boca, y se lo metió él. Sus ganas se apoderaron de mi polla, y con un deseo inexplicable, intentaba metérsela cuánto más adentro, mejor. Entretanto, el velludo acarició mis pelotas hasta que por fin su lengua comenzó a lamérmelas. Entonces me pidieron que me tumbara sobre una de sus toallas, y juntos, pero yendo por libre, comenzaron a usarme a su antojo.

Intercambiando besos y miradas, se turnaban para comerme el rabo. No se tocaban, no entre ellos, toda la atención se centraba en mis pelotas y en mi rabo.

¡Joder, me tenían excitadísimo!

El depilado empezó a follarse la boca con mi rabo, primero lentamente, como si estuviera calculando la distancia, calculando el límite de su garganta. Luego rápido, y más rápido, como si ahora hubiese perdido el control y fuera su instinto quién gobernara sus actos.
Mientras, el velludo se hacía con el poder de mis pelotas. Las lamía con profesionalidad y deseo. Su lengua recorría cada uno de mis huevos con absoluta precisión: primero uno, después el otro. Y de repente, su lengua siguió bajando, y bajando, mojándome todo cuánto recorría hasta llegar a mi culo.

¡Joder, estaba en el paraíso! ¡En el puto paraíso!

Y la lengua del velludo se adentró en mi culito con soltura y delicadeza. Y ahora, excitado, empezó a follarme con su lengua cada vez más rápido, y más, y más rápido

            — ¡Joder, me voy a correr!—grité enloquecido.

Pero mi advertencia no los detuvo.

El depilado sacó mi rabo de su boca y empezó a menearlo con velocidad, esperando ansioso mi leche. El velludo seguía follándome el culo con su lengua mientras sus ojos se clavaban en mi capullo.

Gemí, gemí como un loco, y exploté toda mi lefa envuelto en un placer extenuante.

Y ellos, más cachondos que nunca, se fueron directos a mi lefa, y como dos buenos perritos, empezaron a limpiar mi leche con sus lenguas. Luego fueron a por mi capullo, y juntos, enredando sus lenguas, continuaron comiéndome la polla evitando que entrara en reposo.

Y mi rabo no se relajó, sino que volvió a ponerse duro como una roca.

Sí, este trío solo acababa de empezar.
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El Diario Sexual de James: Cazando pareja monógama en la playa
Cazando pareja monógama en la playa
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