Mamada al hetero con novia

Me ponen mucho los hetero-machotes con novias.  Esos tíos masculinos que no solo nunca han estado con otro tío, sino que están hambrient...

Me ponen mucho los hetero-machotes con novias. 

Esos tíos masculinos que no solo nunca han estado con otro tío, sino que están hambrientos de meter su polla en una boca que disfrute de verdad chupando, porque sí, todavía hay muchas mujeres que dicen no disfrutar mamando rabos. 

Yo tengo una teoría: creen que hacerlo, bueno, más que hacerlo, disfrutar con ello, las convierte en unas guarras y unas putas, porque no nos engañemos, aún existe el prejuicio sobre las mujeres que viven su sexualidad con libertad.

Mamar una polla es placentero, y quién diga lo contrario o bien no lo ha probado, o bien está dominado por los límites morales impuestos por la sociedad. En definitiva, reprime de una u otra manera sus instintos.

También me pone mucho la frase: mi agujero es solo de salida. Para mí es como estar escuchando: sí, sí, de salida, pero quién se lo curre me la mete.
Lo difícil, lo imposible, atrae, y mucho. Es lo excitante del juego de la seducción, poder disfrutar de aquello que a priori no estaba a tu alcance.

A mi lado, Karlos conseguía paralizarme por completo. Ya estaba teniendo frío y con los dedos de los pies y las manos arrugados, habría salido del jacuzzi de no ser por su presencia.
Nervioso, el roce de su pierna tatuada con mi pierna me estaba poniendo cardiaco. Y no solo eso, además me incapacitaba para pensar o actuar. Ya no sabía cómo ponerme, dónde mirar, o qué decir. Me limitaba a sonreír dudando seriamente de si era correcto hacerlo, o no.

   — Esto es vida—decía mientras estiraba sus piernas, volviendo a rozarse conmigo.
   — Sí—asentí embobado.
   — Ahora un ratito en la sauna y como nuevo.
   — Sí.

Y sin saber muy bien si se trataba de una invitación o una reflexión hecha por su parte en voz alta, cuando terminó la sesión de chorros y uno de los guiris en el jacuzzi volvió a activarlo, Karlos se levantó.

El agua corría por su piel morena, por sus tatuajes, y el bañador mojado dejaba entrever sus nalgas duras y prietas a pocos centímetros de mis ojos. Seducido por su cuerpo quedé absorbido mirándolo. Ahora se preparaba para abandonar el jacuzzi, y antes, antes se estrujó el paquete para liberar el agua acumulada en su bañador, mostrándome la silueta seductora de sus pelotas, y su rabo.

Se despidió en general con un hasta luego, o quizá iba dirigido a mí, no lo sé, pero en ningún momento me miró, simplemente emprendió el camino hacia las afueras de la piscina circular que nos mantenía pegados el uno al otro.

Una nueva sesión de chorros dio lugar mientras Karlos se alejaba paulatinamente. Inquieto, sin saber cómo proceder, quedé paralizado, observando cómo se alejaba de mí.
¿Y si lo seguía? ¿Notaría mis intenciones? ¿Significaría algo?

¿Qué hago?

¿Qué hago?

No quería seguir en el jacuzzi, tampoco perderme su compañía, pero… ¿Qué pasaría si realmente me presentase en la sauna sin que me hubiese invitado?

Karlos conseguía confundirme. Quizá, y probablemente, solo fuera amable. Al fin y al cabo, cuando pasas tiempo en un hotel, compartiendo bufé, piscina, jacuzzi y playa con las mismas personas, se crea un vínculo superficial de conocimiento mutuo. Sí, todos nos conocemos, aunque no sepamos nada los unos de los otros.

Debía ir tras él. Quería ir tras él. Por primera vez nos habíamos encontrado sin la sombra de su novia. Era cuestión de tiempo que apareciera, de hecho ya podría estar con él en la sauna… ¿Y si es así? ¿Y si está ella?

Reconozco que la idea me bloqueó. 

Sin embargo no podía quedarme con la duda. No podría perdonarme desaprovechar la oportunidad, y aunque su presencia consiguiera intimidarme, incluso tanto sino más de lo que lo hacía Khaled, necesitaba enfrentarme a la posibilidad, por mínima que fuera, de tener un acercamiento con él.

Decidido, y sin pensar en nada, me armé de valor y fui directo a la sauna.

Nervioso, ante la puerta de la entrada, me mantuve paralizado unos segundos. Y cuando por fin me animé a dar el paso, la puerta se abrió para que saliera un hombre. 
Dentro, dentro solo estaba Karlos.

Sonreí tímidamente, y como si mis piernas no fueran mis piernas, me llevaron a sentarme a su lado.

¡Pero qué haces, James! ¿Qué haces?

Su cuerpo, su torso moreno y definido, sus piernas tatuadas y en forma, todo en él se mostraba brillante y sudoroso. 

¡Joder! Me apetecía pasarle la lengua por todos lados. Detenerme en cada rincón de su cuerpo. Quería observarlo, tocarlo, sentirlo, saborearlo.

¡No, no, no! ¡Piensa en otra cosa, James! ¡Piensa en otra cosa, rápido!

Pero mi rabo ya se estaba alzando por culpa de Karlos, de su cuerpo semidesnudo, y del calor sofocante de la sauna.

Nervioso, me llevé las manos al paquete buscando tapar la incómoda erección que amenazaba con dejarme en evidencia, pero Karlos estaba con los ojos cerrados, concentrado en el calor. 

Entonces me permití observarlo con más detalle, a través de la bruma de vapor que nos rodeaba, y, ¡Joder! ¡Karlos estaba empalmado!
Su polla parecía querer reventar el bañador, salir libre y alzada, y entregarse al placer.

No lo podía creer.

Lo tenía a mi lado, con las piernas tatuadas estiradas plácidamente sobre las tablas de madera de la sauna, con su cuerpo moreno desprendiendo sudor, y con su rabo duro como una roca.

Seguía con los ojos cerrados, y una leve sonrisa invadía su rostro.

¿Qué hago? 

¿Qué hago?

Y mi mano, como si no fuera mi mano, como si ya no tuviera el control de mi cuerpo, se dirigió, atrevida, hacia su paquete.

Y de repente mi mano estaba tocando su polla a través del bañador. La tenía dura, muy dura, y yo, yo no cabía en mí de la excitación.

Lentamente, muy despacio, acaricié su bulto en todo su conjunto. Primero su rabo, luego sus pelotas, y otra vez su rabo, y otra vez sus pelotas, y con cada suave caricia su pollón se despertaba más y más, tanto como el éxtasis que recorría mi cuerpo.

Él seguía con los ojos cerrados, sonriente, dejándose hacer.

Y nuevamente, como si mi cuerpo no fuera mi cuerpo, y no fuera capaz de controlarlo, me vi liberando a su polla, una larga, morena y encapuchada polla que pedía a gritos mi boca.
Rápido, movido por mis instintos más insaciables, me acerqué a ella y me la metí suavemente en la boca.

Karlos gimió.

¡No podía creerlo! ¡Tenía su rabo en mi boca!

Su mano fue directa a mi cabeza, y empujándome para que no me sacara el rabo de la boca, empecé a tragármela cada vez con más fuerza. Mi lengua luchaba por bordear cada centímetro de su pollón mientras mis labios succionaban, y su capullo, su capullo se acercaba peligrosamente al final de mi garganta.

Incrédulo, estaba realmente incrédulo.

Entonces noté cómo sus manos me agarraban de la cabeza con fuerza, obligándome a sacar su polla de mi boca.

   — ¿Qué haces, tío?—dijo mientras se ponía en pié, se guardaba el rabo dentro del bañador, y se tapaba la erección con la toalla.

Paralizado, sin entender nada, sin saber qué hacer o qué decir, vi cómo Karlos abandonaba la sauna a toda prisa.

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• Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!