— No beso—dije en cuanto el depilado abandonó mi rabo para dirigirse a mi boca. Nunca me había besado...
Nunca me había besado con un tío, salvo los besos tontos con los colegas en la fiesta de Catalina. Lo que es besar, comerme la boca, no lo había hecho.
Sin saberlo, para los besos me iba a volver bastante selectivo con el tiempo, aunque en ese momento, simplemente, no me apetecía besarme con ninguno de los dos.
Caliente, muy caliente, necesitaba tomar el control y manejar a mis presas. Había llegado la hora de que estuvieran a mi disposición.
El velludo seguía concentrado en mi polla cuando cogí al depilado y comencé a comerle el cuello. Luego llevé una mano a su rabo y la otra a su culo, y mientras se la meneaba, mis dedos fueron buscando su pequeño agujero. Adentrarme suavemente entre sus nalgas me excitaba tanto que mi pollón palpitó.
Sí, no podía evitar imaginarme cómo sería clavarle mis 22.5 cm de carne dura y cachonda.
Tumbado y de perfil, puse al depilado de rodillas para que su novio le comiera la polla, y dirigiendo su rabo con mi mano, primero le di par de pollazos en la boca. El velludo, cachondo, aprovechaba para sacar la lengua y recibirlos con mucho deseo.
Mientras tanto mi lengua exploraba lenta, muy lentamente, sus nalgas y su agujero. Suave y con el aroma salado del mar impregnado, surgió en mí la necesidad devastadora de comerle el culo, follármelo con mi húmeda y caliente lengua, y preparárselo para recibir mi rabo.
Con el depilado de rodillas y su polla en la boca del velludo, su culo quedaba libre para que mi lengua lo envolviera entre gemidos y placer, mucho placer. Pero su culo quería más, más que una simple lengua, y mi rabo alzado se ofrecía como voluntario para saciar su hambre, y petarlo.
— Ponte a cuatro patas—ordené al depilado—. Y tú también.
Uno al lado del otro, y ambos a cuatro patas, se iban comiendo la boca salvajemente mientras me ofrecían sus culos.
Sí, ahora me pertenecían.
Aprovechando que el culo del depilado ya estaba humedecido con mis babas, le introduje el dedo índice de la mano derecha con mucha calma. Primero menos de un centímetro, luego dos, y para cuando me quise dar cuenta, un solo dedo se le hacía insuficiente, y debí unirlo con el dedo corazón. Ahora le metía los dos dedos juntos.
Entretanto el culo del velludo seguía seco y cerrado. Cachondo, pero muy cachondo, me fui directo hasta él, y mientras me follaba el culo de su novio con mis dedos, mi lengua se abría camino a través de su culo.
Excitado, y envuelto en el morbo y el placer de tener dos culos prietos para mi rabo, le comí el culo como un loco.
Ambos gemían, gemían desesperados por mis 22.5 cm de rabo.
Se los tenía que dar. Se los debía dar. Se los quería dar.
Y lo hice, claro que lo hice.
Dejando el culo del velludo bien mojado con mis babas, le fui introduciendo mis dedos poco a poco, usando el mismo proceso que había usado con su novio minutos antes, aunque ahora, con su culo, no había tenido tanta paciencia. No, mis dedos le petarían el culo al mismo ritmo que mi polla se follaría a su novio.
Y sentir el capullo hinchado de mi rabo dentro de su agujero me puso tan cachondo y cardiaco que forcé que entrara a presión, obligando que el agujero se dilatara con cada centímetro de mi polla.
El depilado gemía, gemía enloquecido en la boca de su novio.
Con mi rabo dentro de un culo, y mis dedos metidos en otro, me sentía cachondo y poderoso. No podía parar, no podía detener mis embestidas, y cualquiera que paseara por la orilla en ese momento nos vería, cualquiera que mirara para nuestro círculo de piedras vería mi cuerpo en movimiento, incluso mi cara de plena satisfacción, pero eso… eso solo conseguía ponerme cada vez más cachondo.
Embestí el culo del depilado con golpes fuertes y secos, uno tras otro, uno tras otro, hasta que saqué el rabo y cambié de culo. Ahora mis dedos se metían en el culo rojo y abierto del depilado, mientras mi rabo perforaba el culito todavía cerrado de su novio.
Sudando y casi sin aliento, penetré al velludo con la misma intensidad con la que me había follado a su novio: primero, con golpes secos y fuertes, mi rabo se fue abriendo camino. Cuando ya tenía casi la mitad de mi polla dentro, lo embestí rápido, pero rítmicamente, una y otra vez, una y otra vez, y sus gritos… sus gritos eclipsaban el sonido incesante de las olas chocar contra la orilla.
No, el velludo ya no aguantaba más. Sus gotas de sudor caían a borbotones, y su culo se contraía cada vez con mayor frecuencia, hasta que, jadeando pegado a su novio, boca con boca, sus gritos se ahogaron en un orgasmo, y, manteniendo mi rabo en las profundidades de su culo, esperé paciente a que expulsara hasta la última gota de leche. Entonces saqué mi polla y la introduje entera, y de un empujón, en el culo abierto del depilado.
Fuerte y rápido, rápido y fuerte, mis embestidas cada vez eran más y más veloces. No podía parar, ¡no podía! Y aunque el depilado ya se hubiese lecheado con intensidad, y ahora estuviera exhausto y relajado, mi polla continuaba entrando y saliendo de su culo bajo los gritos de placer del depilado, y de los míos propios.
Con mi rabo perdido dentro de su culo, y mis pelotas rebotando con cada embestida, me dejé llevar… me dejé llevar hasta el orgasmo más excitante que había tenido, y dejando toda mi lefa dentro, le peté el culo de leche al depilado.
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- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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